#Quetzalcóatl

 

Quetzalcóatl

Sahagún relata que “En esta ciudad (la Tollán ignorada que nosotros identificamos con Teotihuacán) reinó muchos años un rey llamado Quetzalcóatl. . . (Que) fue extremado en las virtudes morales”.
En efecto; las fuentes históricas hablan de un señor de los toltecas, y a juzgar por sus obras y por su concepto de la existencia, “la más grande figura en la Historia antigua del Nuevo Mundo”, según Spinder.
Nos encontramos, pues, una vez más, con la deificación tras de su muerte de un ser humano de excepcionales cualidades. No sabemos cuál fue su nombre antes de ser convertido en dios, ya que como después veremos, Quetzalcóatl (que quiere decir Serpiente Emplumada, Serpiente Alada o Pájaro Serpiente) es un nombre simbólico que explica, justamente, la esencia de su doctrina. Pero lo que sí conocemos es lo que perduró en la memoria de los pueblos posteriores en relación con lo que él hizo en bien de los humanos. Alfonso Caso, en su obra El pueblo del Sol, dice así:
“Les enseña (a los hombres) la manera de pulir el jade y otras piedras preciosas y de encontrar los yacimientos de estas piedras; a tejer las telas policromas; a fabricar los mosaicos con plumas de quetzal, del pájaro azul, del colibrí, de la guacamaya y de otras aves de brillante plumaje. Pero sobre todo, enseñó al hombre la ciencia, dándole el medio de medir el tiempo y estudiar las revoluciones de los astros; le enseñó el calendario e inventó las ceremonias y fijo los días para las oraciones y los sacrificios.”
Su nacimiento forma parte ya del propio mito, del cual hablaremos después. Pero vale la pena señalar lo que cuenta la leyenda para comprender cómo la excelsitud de su vida auténtica hizo que después se quiso que naciese de la pureza misma. Así, los Anales de Cuauhtitlán afirman que la madre de Quetzalcóatl lo concibió porque se tragó un chalchihuitl (una especie de jade), cosas que nos hacen recordar en el acto el misterio cristiano de la Encarnación. La leyenda azteca cuenta a su vez, que la mujer elegida tuvo a Quetzalcóatl después de haber guardado en su seno una pluma blanca, que encontró mientras barría el templo.



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